viernes, 22 de febrero de 2008

Tragedia aérea en el páramo merideño

Los últimos pasajeros en montarse en el vuelo 518 de Santa Bárbara, en el aeropuerto Alberto Carnevali de Mérida, fueron el alcalde de Rangel (Mucuchíes), Alexander Quintero, y su hijo Eisberth, de 11 años. Eso fue casi a las 5 de la tarde. A medianoche, la esposa de Quintero, Elizabeth, lamentaba, entre sollozos, que sus seres queridos no hubieran perdido el avión.
Y es que la aeronave, modelo ATR 42-300 de fabricación franco-italiana y matrícula YV-1449-C, desapareció de los radares apenas 15 minutos después de su despegue, y antes de alcanzar a tener contacto con la siguiente torre de control, la de Valera, Trujillo.
Poco antes de medianoche, el gobernador de Mérida y compañero de partido de Quintero, Florencio Porras, señalaba que el avión, con 43 pasajeros y tres tripulantes a bordo, se había estrellado, sin siquiera emitir un mensaje de emergencia, en un sector comprendido entre el páramo de Mifafí-Piedras Blancas-El Collado del Cóndor. "Pero no sabemos exactamente el sitio", indicó el funcionario. Según Protección Civil, habitantes de esa sierra, a 4 mil metros sobre el nivel del mar, vieron precipitarse una aeronave y oyeron una explosión.
La noche, la niebla y las bajas temperaturas en la zona complicaban, al cierre de esta edición, localizar los restos de la aeronave. Y aunque Porras señaló que "ojalá haya sobrevivientes", las probabilidades, reconocía Noel Márquez, director de Protección Civil Mérida, eran escasas. "Las condiciones de la zona en la que podría haber caído la aeronave, en los páramos de Mérida, no permiten una búsqueda nocturna", dijo. Pero pidió a los familiares "tener fe".
Tanto el capitán de la aeronave, Aldino Granito, como el copiloto, Dennis Ferreira, eran operadores aéreos de experiencia, residentes en Vargas, y la desaparición de la aeronave, que se hizo oficial a las 8 de la noche, causó conmoción en los despachos de Santa Bárbara.
Granito tenía ocho años volando con la aerolínea. Amigos y familiares de los desparecidos en el vuelo fueron llevados a un salón provisional del edificio sede del aeropuerto de Maiquetía, ahogados en llanto y en desesperación, y completamente aislados de los medios. Médicos y sacerdotes fueron dispuestos para darles confort y consuelo.
Mientras, en Mérida, el aeropuerto Carnevali fue abarrotado de personas que querían mostrar su solidaridad con los familiares de los desaparecidos. Entre los pasajeros del avión también se encontraba el internacionalista Ítalo Luongo, quien había dado una conferencia en la Universidad de Los Andes; y dos primos del viceministro de Seguridad Ciudadana del Ministerio de Relaciones Interiores, Tarek El Aissami.
Sin embargo, y pese a que las esperanzas son escasas, aún no se puede hablar de fallecidos, indicaba el director de Santa Bárbara Airlines, Jorge Álvarez. El vocero decía que hablar de un siniestro era "precipitado". Equipos del Instituto Nacional de Aeronáutica Civil partieron a las 11:00 pm a la zona, deseando que Álvarez tuviera razón.

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