lunes, 25 de febrero de 2008

"Soy rescatista y nunca pensé que me tocaría buscar a mi esposa"

Mérida.- En el fondo de la pendiente de la parte norte de la Cara del Indio, se ve la cola de la aeronave. En un radio de 120 metros están esparcidos los restos de las víctimas. Después de tres horas y media de caminata y ver aquello, el alcalde del municipio Campo Elías, Jesús Abreu, se sentó en una piedra del páramo y comenzó a llorar.
El grupo de quince personas tenía más tres horas caminando desde el pueblo Los Conejos, a 13 kilómetros del accidente, donde viven unas 100 familias. Salieron la madrugada del sábado recorriendo el terreno escarpado y en ascenso desde el sector las Cruces del Municipio Campo Elías, por el camino de La Hechicera, uno de los más cercanos y complicados para llegar. En el grupo van periodistas y personal de rescate que espera poder ayudar.
Funcionarios de Inparques, Inpradem, bomberos aeronáuticos, rescatistas, funcionarios del Cicpc y Protección Civil se mueven en la zona, mientras en algunas partes ya se ven las bolsas negras, donde han sido depositados los cuerpos.
Luis Avendaño, periodista merideño, fue uno de los que visitó el sitio. "Fuimos en rústico hasta el pueblo de Los Conejos pero había zonas donde debíamos amarrar los carros a los árboles para poder sacarlos del barro, y en otras partes había que bajarse del jeep para que pudiera seguir".
A toda hora del día en la zona hace un frío de al menos cinco grados, pero la temperatura ha facillitado la conservación de los cuerpos. Quienes trabajan en la zona deben enfrentar noches como la del sábado, en la que la temperatura bajó hasta siete grados bajo cero. Algunos de los voluntarios, unas 60 personas, tienen más de dos días allí. Muchos llegaron caminando como el alcalde de Campo Elías.
En el mentón de la Cara del Indio se ve la mancha de la explosión, y en la pequeña meseta que está en la pendiente, los cuerpos calcinados.
Los rescatistas que han subido caminando al sector cuentan que se han encontrado en la vía con grupos que llegan a caballo, cuando les preguntan "¿para dónde van?" la respuesta que dicen: "vamos para donde se cayó el avión a ver qué conseguimos". La gente de la zona cuenta que durante las noches es mucho lo que se han llevado. Las maletas que estaban en buen estado desaparecieron hace días. Ni un vaso de agua Después de doce años como rescatista en el grupo Santiago Kososki, William Márquez esperaba que Protección Civil le permitiera ir al lugar donde murió su esposa Giobeli Gil, pero no lo hicieron.
Con sus amigos alpinistas salió la mañana del sábado para la zona, pero en el sector de Las Cruces los carros estaban trabados en el fango, así que tomaron por Manzano Alto hasta llegar a Las Canalejas y de allí al Páramo de Campanario, dos horas más a pie y estaba en el lugar del accidente.
"Traté de identificar el cadáver de mi esposa pero no pude. Había uno en una bolsa y al parecer era ella, pero ahora los forenses me dicen que de todas formas van a hacer las pruebas de ADN".
Márquez recuerda que, a pesar de su experiencia no lo querían dejar pasar y tampoco les permitieron bajar en los helicópteros que operan en la zona: "váyase como se vino" fue la respuesta que le dieron.
Dice "tuve el placer de decirle al general Antonio Rivero lo molesto que estaba, ni un vaso de agua me dieron. Su respuesta fue que él coordinaba las operaciones". Márquez cuenta que hay mucha molestia en los grupos de rescate, pues siendo los expertos, no los dejaban trabajar. Aún así, el sábado, Rivero por primera vez agradeció a los voluntarios, admitiendo lo fundamental del trabajo que hacen.
Márquez no olvidará este último viaje al páramo, tras comentar: "como rescatista bajé a mucha gente de allí, pero nunca pensé que un día tendría que ir a buscar a mi esposa".




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